jueves, 31 de mayo de 2007

Duverge en el Tiempo: Parte III

El paisaje de la marginación I
Los procesos de modernización a escala nacional alcanzaron de manera muy restringida el entorno damero. Lo hicieron, en todo caso, de dos maneras básicas. Por una parte, mediante la institucionalización de las funciones públicas en la cabecera municipal, lo que coincidió básicamente con la expansión del gasto público desde fines de la década de 1940. A lo sumo, este proceso consolidó un estrato superior, como se ha visto, en lo fundamental vinculado a funciones en el aparato público, quedando excluido el resto de la sociedad, sobre todo el ubicado fuera de la cabecera provincial.

El segundo aspecto radicó en cierta expansión de los servicios estatales, pero con tales niveles de precariedad que no lograban contrarrestar factores globales de deterioro del nivel de vida por efecto de la degradación del medio natural. El punto focal de la contradicción se situó en la incompatibilidad entre el incremento de la población y las demandas de mayores excedentes en el contexto global de modernización con la continuidad de procedimientos técnicos en la agricultura en la escala local.

El saldo de ese proceso ha sido la persistencia de condiciones paupérrimas de vida, que en términos relativos ha conllevado una profundización de ciertos planos de la pobreza. Se advierte, en tal sentido, el contraste de ritmos entre la dinámica de la economía y la prosternación de un espacio local. La vida cotidiana se ha seguido desenvolviendo en las últimas décadas de acuerdo a un patrón de pobreza y modestia absolutamente contrastante con las realizaciones que exhibe el sistema económico en los estratos medios urbanos. Los pobladores rurales han sido los más afectados por ese patrón de desigualdad espacial y clasista.

Un primer elemento de base a ser tomado en consideración al respecto ha sido la imposibilidad de sostener la productividad agrícola de acuerdo a los requerimientos de bienes. Como se ha apuntado, la forma en que se efectuaron las obras de regadío, sobre todo los canales de riego construidos por el estado en la década entre 1945 y 1955, resultó en severos daños sobre la calidad de la tierra, que ningún servicio técnico o extensionista pudo atenuar en forma suficiente. Incluso, tras la muerte de Trujillo se advierte una disminución de la asistencia en aspectos técnicos y de mantenimiento de las obras vinculadas con la irrigación artificial. Gran parte de la extensión de los canales cayó en desuso, fuera por el deterioro de la tierra o por la no aplicación de trabajos de reparación, dado que generalmente no estaban encachados con cemento.

Desde fines finales de los años cincuenta se acudió al procedimiento de cavar pozos, con efectos muy limitados, para no decir que contraproducentes. Por una parte, el abuso en la extracción de agua en algunos puntos provocó una disminución perjudicial del nivel freático. Pero, mayormente, los pozos ni siquiera fueron puestos en operación por ausencia de bombas extractivas o la no reparación de las que se instalaron. En el ínterin, la percepción subjetiva resentía un estrago del entorno natural, considerándose crecientes y más intensos los ciclos de extrema sequía, llegando a veces hasta a cuatro años consecutivos.

Resulta difícil evaluar la evolución del producto agrícola, pero de seguro entró en un proceso de estancamiento tras el impacto decreciente de las obras de irrigación. El resultado principal ha sido el mantenimiento de niveles de dieta deplorables para la mayoría de la población. El patrón alimenticio del campesinado ponía el énfasis en una comida fuerte tras las labores, concluyendo el día. Estaba claro, como lo ponen de relieve los informes de los alumnos de la Universidad Pedro Henríquez Ureña, en el Segundo Informe del Curso UNPHU-ODC, publicado en enero de 1970, que el grueso de la alimentación dependía de víveres producidos por el propio campesino.

Los animales de crianza estaban concebidos fundamentalmente para la venta, como medio para obtener pequeños recursos en metálico. La gran mayoría de la población no lograba una dieta balanceada con un componente proteínico suficiente. Como corolario básico de estos procesos, desde la década de 1950 apareció el fenómeno inédito de la insuficiencia alimenticia absoluta.

En términos generales, el acceso a otro tipo de bienes y servicios se mantenía estancado, equivaliendo a una perpetuación absoluta de la pobreza que cobraba mayor peso relativo por el contraste con lo que acontecía en los polos urbanos. A su vez, esto se traducía en el desfase entre pueblo y campo.

La población de Duvergé, ciertamente, recibió cierto impacto relativo de la modernidad, mediante servicios como el agua potable y la electricidad. Pero hasta la década de 1970 esos y otros servicios generalmente siguieron ausentes de las comunidades rurales, tanto de llanura como de montaña. Los caminos interiores se han caracterizado siempre por el mal estado, dificultando el traslado de los productos. Dada la inclinación abrupta de las montañas que confluyen en el valle, cuando era corriente el uso de vehículos de motor llanura, se consideraba una proeza la «escalada» a los conucos. Este aislamiento tenía mayor efecto, en la medida en que el deterioro de la agricultura de llanura tenía por efecto la intensificación de la tendencia al traslado temporal o permanente a zonas montañosas.

Pero, aun llegara el transporte mecanizado a las comunidades estas seguían con un patrón que evidenciaba que se encontraban de espaldas a los procesos de modernización. Por una parte, casi hasta el presente los caseríos han estado conformados al margen del concepto de calles, por efecto del no impacto del transporte motorizado. Las casas, simplemente, se ubicaban de manera desordenada y se relacionaban de tal manera que se asegurara el patio contiguo para guardar animales. Para los observadores del exterior esto equivalía a una imagen parecida al prototipo de la aldea africana.

Hasta hace poco, fuera de Duvergé y de la colonia mixta, casi todas las viviendas estaban hechas de paredes de tabla de palma, techos de guano y pisos de tierra. Una parte de las casas tenían la original forma de las «cuatro aguas», por considerarse más acorde con el entorno. Las más pobres tenían las paredes de «tabiques», siendo la frecuencia de este tipo correlativa con la condición misérrima de sus moradores. Mientras las viviendas de Duvergé en general se caracterizaban por tener dos o tres dormitorios, en el campo únicamente constaban de uno, además de una sala. De tal manera, toda la familia debía dormir en una única habitación común. La cocina, como es típico del medio rural de todo el país, seguía ubicada fuera de la casa, consistiendo en un muy precario rancho a menudo carente de paredes.

La letrina se generalizó en Duvergé bastante temprano, mas no así en los caseríos, donde hasta la década de 1970 se utilizaba en una minoría de las viviendas. Por último, en tal conformación del hábitat sobresalían las cercas de empalizadas, al igual que en gran parte de los conucos, básicamente de dos tipos: el guadubú, exclusivamente de palos verticales; y el palenque, de palos cruzados.
En los caseríos se perpetuaba la marginación por efecto de la no llegada de los servicios modernos. La electricidad todavía estaba ausente en la mayor parte de ellos hasta avanzada la década de 1970. Lo mismo acontecía con el agua potable, lo que tenía consecuencias harto perjudiciales para la salud. De más en más la reducción del caudal de arroyos y cachones agudizaba la carestía de agua para el consumo humano.

Había entonces a menudo que trasladarse a ciertas distancias para obtener agua. Las fuentes no ofrecían garantías para el consumo humano, sobre todo por usarse esas aguas para regadío y consumo de animales. La generalidad de esa población pobre ni siquiera tenía el criterio de un sitio específico para el baño. No es de extrañar que proliferaran las enfermedades gastrointestinales, aunque había otras enfermedades, por ejemplo, por efecto del escaso uso de calzado.

Continuará este tema

jueves, 24 de mayo de 2007

Duverge en el Tiempo: Parte II

Disolución de la segmentación social tradicional

Pese a los resentimientos que lo llevaron a agredir a los de «Primera», Trujillo no se inmiscuyó en la relación entre ambas porciones de Duvergé. El club social de Arriba pudo seguir operando a la usanza tradicional, no obstante el proceso de promoción social que experimentó una porción de la población de Abajo durante la dictadura. Esto no fue óbice para que se reforzasen los mecanismos para que los indeseables no penetrasen al club de la «sociedad».

La bola negra, procedimiento que impedía el ingreso de quienes se estimaba que no reunían las condiciones personales adecuadas para la membresía del club, pasó a aplicarse con más rigor que antes.

Este reforzamiento de la pretensión aristocrática precisamente operaba como reacción frente a la promoción social de una porción de los de Abajo. De todas maneras, algunos de Abajo se trasladaban a residir Arriba y pugnaban por ser admitidos en la «sociedad», en caso de que estimasen reunir las condiciones de educación y hábitos que los harían merecedores de la distinción. Buscaban segmentarse a su vez de los nuevos migrantes desde el campo, quienes tendían a asimilarse, en su casi totalidad, con la franja de Abajo.

Es probable que los cánones de la autoridad vigentes bajo Trujillo contribuyeran a mantener polarizada esta barrera topográfica. Los dirigentes de Arriba hacían uso de su conexión con la dictadura para poner coto a las sordas aspiraciones de igualdad de los de Abajo. Por tal razón, esa línea de diferenciación social sólo comenzó a debilitarse inmediatamente después de la muerte de Trujillo en 1961. Resulta obvio que, a pesar de la marginación en que seguía postrada Duvergé, la vigencia de libertades públicas tuvo un impacto disolvente sobre este mecanismo tradicional de segmentación social.

A partir de 1962 los de Arriba elevaron un clamor de que, sorpresivamente, estaban siendo «invadidos» por la «plebe» de Abajo. En efecto, se les hizo más fácil a los de Abajo que así lo quisiesen y pudiesen mudarse a Arriba, donde las viviendas eran mejores. En varios indicadores se produjo una ruptura de los compartimientos anteriores, entre los cuales sobresalió la educación.

Muchos de Abajo pudieron inscribir sus hijos en el liceo inaugurado en 1962, con lo que se abrió un proceso de socialización inédito, en que la comunidad en la escuela se superponía a la distancia entre los hogares. Por igual, el acceso a las profesiones, en una comunidad pobre, le infligió un golpe mortal a las pretensiones aristocráticas de los de Arriba. En lo adelante, estos últimos pasaron a visitar con más regularidad a los otros y a producirse una interacción social que terminó por arruinar esta tradicional fórmula de segmentación.

Desde la década de 1970, para fines prácticos, se borraron las distinciones esenciales entre Pueblo Arriba y Pueblo Abajo. Esto fue efecto del ascenso social por medio de la educación en muchos de la segunda porción. Se hicieron más frecuentes los matrimonios entre familias otrora segmentadas. Dejó de considerarse la correlación entre condición racial y porción de la población. Con todo, hasta hoy ha permanecido un rezago en la memoria y un trasfondo de resentimiento entre algunos colectivos familiares.

jueves, 10 de mayo de 2007

Duverge en el tiempo: Parte I

Los Conceptos de diferenciación social

La consolidación del poblado se acompañó por una delimitación especial rígida entre dos porciones que recibieron los nombres de Pueblo Arriba y Pueblo Abajo. No hay indicaciones claras acerca de cuándo se originó tal deslinde, pero ya estaba definido en la primera década del siglo XX. Tal vez guardó relación con la expansión demográfica a fines del siglo XIX., que dio lugar a la declaración de Las Damas como municipio.

Tampoco hay informaciones acerca de cómo se produjo esta
Fragmentación de la población en prácticamente dos entidades sociales distintas y en gran medida contrapuestas. A lo sumo se pueden emitir hipótesis a partir de las implicaciones de la distinción en los mecanismos de reproducción social. Pero pudo producirse por efecto de la afluencia de extraños, respondida con la referida segmentación. Esa segmentación especial constituyó una manifestación del fenómeno general de diferenciación de los habitantes de las localidades urbanas y semi-urbanas entre los de «primera» y «segunda», que en otros puntos del país se acompañó de algún tipo de deslinde espacial, y que en Duvergé registró connotaciones específicas.

Claro está, en cada localidad y región se generaban procesos particulares que confluían en matizaciones de esta fórmula de estratificación entre primera y segunda (a veces tercera) Correspondiente a la fase inicial de la modernización, sustentada en parámetros culturales tradicionales. Los reclamos de superioridad social basados en consideraciones de apellido, color de piel e integridad moral, típicos de esta fórmula, se imbricaban con la conformación embrionaria de sectores sociales modernos. Sin embargo, no había correlación exacta entre estas capas y las clases sociales, tal como son entendidas en el presente. Por ejemplo, no todos los de primera se identificaban con una posición económica superior. En principio, ciertamente, los de primera tendían gozar de mejor posición económica, pero no en un grado demasiado marcado respecto a los de segunda. Por otra parte, entre los de primera existían desniveles de riqueza, por lo que no se identificaban con un estrato homogéneo de ingreso. Incluso, en la generalidad, de las poblaciones del país algunos integrantes del sector de segunda tenían mejor nivel de ingresos que la mayor parte que los de primera.

Estas consideraciones ayudan a interpretar la dualidad de Pueblo Arriba-Pueblo Abajo. Ambas porciones estaban deslindadas por la plaza central y por un puente que atraviesa e Las Damas. Si se observa la morfología de ambas porciones, se tiene que en la primera había unas cuantas viviendas más formales, aunque no pasaban de modestas por ser construidas también de tablas de palma. En Pueblo Abajo, en contrapartida, había numerosas viviendas precarias, situadas por debajo de la media en los componentes de su fabricación. Los contenidos principales de la diferenciación fueron los siguientes: un mayor nivel de ingresos entre los de Arriba, aunque no exagerado; una consideración de matices en la tonalidad de la piel, tenue en lo fundamental, aunque no visualizada así por los sujetos; y ciertas diferencias de costumbres y valoraciones, en las cuales el estrato superior fundamentaba los principales reclamos de superioridad.

Como producto de estas distinciones, cada sector operaba de acuerdo a claves socio-culturales propias. Los habitantes de Pueblo Arriba se consideraban «raza superior» o los «mejor aunque los componentes materiales de esta división no pasaban de ser cuestión de grado y no alcanzaban situaciones inasimilables entre los habitantes de ambos sectores. Se reconocían en tal sentido como de piel blanca, más ricos, educados y proclives al orden, identificados con los mecanismos institucionales de funcionamiento del municipio, al tiempo que adscritos a los cánones religiosos y morales del catolicismo. Asistían a la Iglesia de manera regular y descartaban toda participación en las celebraciones sincréticas. En las fiestas caseras se limitaban a bailar balsié, danza estimada refinada.

El indicador racial operaba como catalizador de este sentido de identidad, por cuando los habitantes de Pueblo Arriba blancos se consideraban blancos, por oposición a la atribución de le la piel a los de Abajo.

Los de Pueblo Abajo estaban totalmente apartados de las posiciones de autoridad y practicaban la religiosidad popular. Visto como «prietos» por los de Arriba, en todo caso se reconocían como «entremezclados». Aunque iban a misa, lo hacían con menos regularidad y le concedían prioridad a las sincréticas. Si bien podían bailar el balsié, preferían los bailes de palos, generalmente asociados a elementos religiosos, de hecho prohibidos en la porción opuesta de la población.

Los matrimonio estaban excluidos, principalmente entre una Pueblo Arriba y un hombre de Pueblo Abajo. Cada una de ambas comunidades contaba con su propio club social.
La consagración de la superioridad de los Arriba se expresaba en que podían asistir a las fiestas de los de Abajo, mientras estos estaban impedidos de hacerlo en contrapartida. Aunque las relaciones eran tensas entre ambas partes, no culminaban en una enemistad generalizada pero sí en desprecios y resentimientos.

El reclamo de los de Arriba de tener la piel mas clara se vinculaba a la atribución de ser los originarios de la población. Desde ahí justificaban la situación creada de ocupar las posiciones en el aparato administrativo, ser acreedores de méritos para llevar una vida más desahogada y supuestamente tornarse en depositarios de una sustancia al que les confería mayor calidad.

Mientras el nivel asociativo era muy débil en Pueblo Abajo, antes de Pueblo Arriba se preocuparon siempre de activo el Club Jaragua, de la «primera sociedad», a lo cual se distinguieron activistas que le daban como se indica respecto a Pablo Medrano.

Al igual que en otras poblaciones, el club garantizaba, a través de sus exigencias, la continuidad de las normas de decencia imprescindibles para el desenvolvimiento de la comunidad. Los de Arriba, además, formaron otras asociaciones, como la sucursal del Club de Leones y una logia de Oddfellows. El club de Abajo se consideraba siempre más frágil, menos dependientes de la tradición, con menor liderazgo y sujeto a la incidencia de los jóvenes.

Aunque los de Arriba de Duvergé se asimilan en mucho parámetros a la «Sociedad de Primera» y los de Abajo a los de «Segunda» en localidades con más sustancia clasista, de haber especificidades, entre las que destaca el deslinde espacial, la rigidez endogámica y el equilibrio numérico entre ambos conglomerados.

A partir de los componentes de esta división y de relatos obtenidos de los ancianos, pueden emitirse hipótesis acerca sus orígenes. Estas remiten al funcionamiento de la economía ganadera extensiva en el siglo XVIII, cuando fue funda la población, y el siglo siguiente. Al menos en su generalidad, en principio se puede avalar el reclamo de algunos de los entrevistados, en el sentido de que los de Arriba provenían de sector de propietarios ganaderos de la época colonial, el cual generó mecanismos gregarios de cohesión que le permitieron mantener planos de superioridad social.

Algunos de los entrevistados sitúan el inicio de la tradición familiar en algún español del siglo XVIII. Desde luego, tales genealogías adolecen de parcialidades e inexactitudes, pero no dejan de reflejar subjetividades alrededor de fenómenos sociales. Históricamente, por ejemplo, está establecido que los canario incidieron en la expansión de la ganadería en el conjunto del valle de Neiba, al igual que en otros lugares del país.

Tal comportamiento se correspondía con la perpetuación de no pocos componentes de la economía colonial que requería de la reproducción de un conjunto de mecanismos reguladores que ratificasen su posición preeminente en las relaciones sociales. Se deriva, de paso, el problema de que debajo de los múltiples planos de cambios operados en el siglo XIX seguían reproduciéndose marcos reguladores de las relaciones sociales que tenían orígenes previos. Y esto no puede atribuirse únicamente a la condición marginal y de frontera del municipio, sino sobre todo a una dialéctica profunda entre reproducción e innovación.


En función del tipo de dinámica de la sociedad, no se fijaban
compartimientos estancos, absolutamente incomunicados. Al igual que los hateros bajo la colonia podían establecer relaciones maritales con esclavas o libertas, con más razón se reproducían eventuales conexiones entre Pueblo Arriba y Pueblo Abajo, aunque teñidas de elementos problemáticos.

Esta capacidad de aperturas se correspondía con lineamientos de larga duración en las relaciones sociales. La principal derivación de ello puede estribar en la constatación de mecanismos de transmisión socio-cultural entre etapas históricas. Los de Arriba habrían heredado patrones de la colonia y los recrearon de acuerdo a las condiciones emergentes. De tal manera, sobre un trasfondo tradicionalista se estructuró un mecanismo de reproducción del control social en una etapa histórica caracterizada por la apertura de la modernización. Al igual que sus contrapartes coloniales, los de Arriba se sustentaron en la ganadería extensiva y, subsiguientemente, en el control de la tierra. Asimismo, reprodujeron la edificación del poder social local sobre lineamientos de apellidos, color de la piel y atributos culturales de pretensión moral y aristocrática.

viernes, 4 de mayo de 2007

Duvergé en el tiempo

Con el título Pueblo Arriba - Pueblo Abajo el historiador Roberto Cassá hace un análisis científico sobre las clases sociales de Duvergé en el siglo XIX, cuyo material además está publicado en el libro “Homenaje a Emilio Cordero Michel, realizado por la Academia Dominicana de la Historia.

Este trabajo, bastante interesante, se lo hago llegar con el interés de que el damero joven conozca su historia, su origen y su cultura, y aprenda amar cada día más a su pueblo.

Para evitar el cansancio en la lectura, por lo extenso del trabajo, se presentará en capítulos. El primero, como es lógico, explicará la forma en que fue realizado el trabajo de campo.

Sin más preámbulos pasemos al tema:


La historia local se encuentra en fase incipiente en República Dominicana si se considera en una perspectiva metodológica actualizada. Aunque desde mediados del siglo XX se han redactado memorias acerca de la evolución de comunidades dominicanas, han estado generalmente centradas en aspectos políticos o institucionales. Sólo en las últimas dos décadas, según se puede desprender de la revisión bibliográfica realizada por Miguel Collado, se advierte el inicio de estudios de localidades que insertan aspectos sociales y culturales. Este retraso se explica por el centralismo que ha acusado la producción historiográfica dominicana, que salvo excepciones retorna los procesos políticos y sociales únicamente desde el ángulo de la acción de los grupos dirigentes de Santo Domingo.
A manera de contribución dentro de la agenda de la historia local, se propone una síntesis preliminar de la historia del municipio de Duvergé (antes Las Damas) a lo largo del siglo XX. La información fue recogida en el contexto de una labor de extensión realizada por la Universidad Autónoma de Santo Domingo en abril de 1991. Se realizaron entrevistas a personas de edad, en su mayoría nacidas entre 1900 y 1920. La investigación no estaba diseñada para quedar restringida a un esbozo de la historia municipal, puesto que también debería incluir planos de actualidad, como cultura, instituciones, mentalidades y vida religiosa. En esta mini-investigación participé junto a Rolando Tabar y Raymundo González, auxiliados por jóvenes de la comunidad, entonces estudiantes de la Universidad Autónoma de Santo Domingo, dirigidos por Luis Guzmán. De la misma manera, recibimos atenciones de diversos moradores, entre los cuales el jovial Morales se distinguió en más de un aspecto.
Este texto se ha concebido expresamente corno un ensayo de historia oral, por lo cual se han dejado de lado referencias bibliográficas y documentas. Se puede ver como un tratamiento en sí mismo, pero también sujeto a ampliación con otras fuentes, incluidas las levantadas sobre aspectos de actualidad en abril de 1991. Ha estado planteado el reto de que la compilación de testimonios orales pueda generar la información requerida para una aproximación a un proceso durante cierto período. El corolario es que, en una comunidad pequeña, se puede aspirar a una interpretación de procesos sobre la base de la recuperación de las experiencias de sujetos. No se ha pretendido realizar una aproximación en detalle a procesos que requerirían la consulta de fuentes escritas. En cambio, se postula que una aproximación «estructural», atenta a líneas gruesas de la evolución histórica, resulta factible de ser emprendida con la ayuda de la fuente oral. Esta, en principio, permite advertir problemas de manera más aguda que lo que muestran los documentos, introduciendo percepciones subjetivas de los sujetos.
Con ayuda de la memoria colectiva, por otra parte, no sólo se está en condiciones de trazar esbozos de relaciones estructurales y detalles de procesos no informados en los documentos, sino que se hace posible remontarse a períodos previos, sobre todo si se combina con la consulta de documentos.
Esto último incluye la observación del espacio, lo que permite elaborar nociones más vivas acerca de diversos aspectos referidos en documentos y testimonios. En una comunidad marginal, donde el ritmo de los cambios es más lento que en otros lugares y persisten en mayor número relaciones del pasado, tal tipo de comparación arroja resultados dignos de tomarse en consideración.
Finalmente, el tipo de enfoque como el aquí propuesto se presta a comparaciones con otros escenarios locales. El examen de lo acontecido en Duvergé a lo largo del siglo XX muestra planos similares con otras localidades de las proximidades de la frontera. La determinación de factores y procesos comunes permite abrir un panorama de profundización de facetas de los procesos, con ayuda del método comparativo, que implica el descubrimiento de procesos comunes en el conjunto del país o en porciones de él. Así considerada, la historia local se perfila como medio de aproximación alternativo a la historia nacional, en capacidad de iluminar procesos que las síntesis nacionales más comunes no han sido hábiles para captar.
Aunque no se emprenden en este texto comparaciones con otras localidades, la revisión de lo acontecido en el mismo lapso en el valle de San Juan, interpretado en otro texto en el contexto de dilucidación de la emergencia del movimiento religioso de Olivorio Mateo, augura operaciones válidas. Esto cubre determinaciones obvias a partir del medioambiente y la frontera, pero también ámbitos variados de las relaciones sociales y culturales, como los patrones tradicionales del sector agropecuario, los mecanismos de la modernización, el papel de los inmigrantes, los esquemas de diferenciación social, la conexión de estos con los sistemas culturales y las fórmulas de la religiosidad popular. Estos son temas esbozados aquí en distintas magnitudes, y su extensión a otros lugares permitiría sistematizaciones acerca de procesos nacionales.