martes, 18 de mayo de 2010

EL SERVICIO MILITAR OBLIGATORIO, CONSOLADO Y YO.





Por el doctor RAFAEL LEONIDAS PÉREZ Y PÉREZ.


En cierta ocasión, yo niño, de algunos cuatro años de edad más o menos, viviendo con mis padres y hermana (el hermano Héctor Manuel no había nacido aún) en una casa alquilada a sus propietarios, la pariente Amalia Mercedes de Vólquez (Amalia Pelón) y Herminio Vólquez (Pelón), ubicada en la calle La Canela esquina Enriquillo; observé que nuestra trabajadora doméstica de entonces, dejó entrar a un señor del pueblo que buscaba, huyendo despavorido y temeroso, refugio en nuestro hogar.

Se trataba de Consolado que tenía que presentarse al Servicio Militar Obligatorio de la Era de Trujillo y fue escondido por su amiga la trabajadora doméstica nuestra, debajo de una cama que había en una especie de anexidad a la casa, aprovechando que mis padres trabajaban fuera del ámbito pueblerino o citadino a la sazón.

Me di perfecta cuenta cuando la señora del servicio ocultó al angustiado y ansioso Consolado. Esto me picó la curiosidad y hasta una conjetura surgió en mi infantil cerebro. Percibí mucha confianza entre estas dos personas. Previamente les ví hablar en más de una ocasión con notoria camaradería.

De repente con estrépito entró un miembro del Servicio Militar Obligatorio que perseguía a Consolado, y sin preámbulos preguntó a la doméstica: _ ¡¿Vio usted entrar a un hombre aquí huyendo?!

_¡No!-dijo a secas y con firmeza la señora del servicio.

_¡¿Está usted segura?!-insistió el interlocutor.

_¡Sí señor!-respondió la mujer con el tono de antes.

Estoy contemplando la escena y escuchando el diálogo enérgico.

Me acerco y digo al perseguidor con mi vocecita infantil y levantando la sábana de la cama del ocultamiento:_Yo ví al señor cuando entró huyendo y se escondió aquí.

Y agrego señalando al fugitivo:_¡Míralo donde está!

Fue de un solo tirón que sacó el personaje supraindicado a Consolado oculto debajo de la cama.

Mi padre llegó en ese instante e inquirió qué estaba pasando.

Los adultos involucrados dieron explicaciones.

Consolado en 1995 en New York donde reside, con jocosidad conversando con quien esto escribe, se refirió a este episodio.

Hoy Consolado, casado con Ceida, son uña y dedo.

Son mis amigos y compueblanos queridos.

Desde Santo Domingo, Distrito Nacional, República Dominicana, les extiendo hasta la Gran Manzana (EE.UU.) un fuerte abrazo.