jueves, 10 de mayo de 2007

Duverge en el tiempo: Parte I

Los Conceptos de diferenciación social

La consolidación del poblado se acompañó por una delimitación especial rígida entre dos porciones que recibieron los nombres de Pueblo Arriba y Pueblo Abajo. No hay indicaciones claras acerca de cuándo se originó tal deslinde, pero ya estaba definido en la primera década del siglo XX. Tal vez guardó relación con la expansión demográfica a fines del siglo XIX., que dio lugar a la declaración de Las Damas como municipio.

Tampoco hay informaciones acerca de cómo se produjo esta
Fragmentación de la población en prácticamente dos entidades sociales distintas y en gran medida contrapuestas. A lo sumo se pueden emitir hipótesis a partir de las implicaciones de la distinción en los mecanismos de reproducción social. Pero pudo producirse por efecto de la afluencia de extraños, respondida con la referida segmentación. Esa segmentación especial constituyó una manifestación del fenómeno general de diferenciación de los habitantes de las localidades urbanas y semi-urbanas entre los de «primera» y «segunda», que en otros puntos del país se acompañó de algún tipo de deslinde espacial, y que en Duvergé registró connotaciones específicas.

Claro está, en cada localidad y región se generaban procesos particulares que confluían en matizaciones de esta fórmula de estratificación entre primera y segunda (a veces tercera) Correspondiente a la fase inicial de la modernización, sustentada en parámetros culturales tradicionales. Los reclamos de superioridad social basados en consideraciones de apellido, color de piel e integridad moral, típicos de esta fórmula, se imbricaban con la conformación embrionaria de sectores sociales modernos. Sin embargo, no había correlación exacta entre estas capas y las clases sociales, tal como son entendidas en el presente. Por ejemplo, no todos los de primera se identificaban con una posición económica superior. En principio, ciertamente, los de primera tendían gozar de mejor posición económica, pero no en un grado demasiado marcado respecto a los de segunda. Por otra parte, entre los de primera existían desniveles de riqueza, por lo que no se identificaban con un estrato homogéneo de ingreso. Incluso, en la generalidad, de las poblaciones del país algunos integrantes del sector de segunda tenían mejor nivel de ingresos que la mayor parte que los de primera.

Estas consideraciones ayudan a interpretar la dualidad de Pueblo Arriba-Pueblo Abajo. Ambas porciones estaban deslindadas por la plaza central y por un puente que atraviesa e Las Damas. Si se observa la morfología de ambas porciones, se tiene que en la primera había unas cuantas viviendas más formales, aunque no pasaban de modestas por ser construidas también de tablas de palma. En Pueblo Abajo, en contrapartida, había numerosas viviendas precarias, situadas por debajo de la media en los componentes de su fabricación. Los contenidos principales de la diferenciación fueron los siguientes: un mayor nivel de ingresos entre los de Arriba, aunque no exagerado; una consideración de matices en la tonalidad de la piel, tenue en lo fundamental, aunque no visualizada así por los sujetos; y ciertas diferencias de costumbres y valoraciones, en las cuales el estrato superior fundamentaba los principales reclamos de superioridad.

Como producto de estas distinciones, cada sector operaba de acuerdo a claves socio-culturales propias. Los habitantes de Pueblo Arriba se consideraban «raza superior» o los «mejor aunque los componentes materiales de esta división no pasaban de ser cuestión de grado y no alcanzaban situaciones inasimilables entre los habitantes de ambos sectores. Se reconocían en tal sentido como de piel blanca, más ricos, educados y proclives al orden, identificados con los mecanismos institucionales de funcionamiento del municipio, al tiempo que adscritos a los cánones religiosos y morales del catolicismo. Asistían a la Iglesia de manera regular y descartaban toda participación en las celebraciones sincréticas. En las fiestas caseras se limitaban a bailar balsié, danza estimada refinada.

El indicador racial operaba como catalizador de este sentido de identidad, por cuando los habitantes de Pueblo Arriba blancos se consideraban blancos, por oposición a la atribución de le la piel a los de Abajo.

Los de Pueblo Abajo estaban totalmente apartados de las posiciones de autoridad y practicaban la religiosidad popular. Visto como «prietos» por los de Arriba, en todo caso se reconocían como «entremezclados». Aunque iban a misa, lo hacían con menos regularidad y le concedían prioridad a las sincréticas. Si bien podían bailar el balsié, preferían los bailes de palos, generalmente asociados a elementos religiosos, de hecho prohibidos en la porción opuesta de la población.

Los matrimonio estaban excluidos, principalmente entre una Pueblo Arriba y un hombre de Pueblo Abajo. Cada una de ambas comunidades contaba con su propio club social.
La consagración de la superioridad de los Arriba se expresaba en que podían asistir a las fiestas de los de Abajo, mientras estos estaban impedidos de hacerlo en contrapartida. Aunque las relaciones eran tensas entre ambas partes, no culminaban en una enemistad generalizada pero sí en desprecios y resentimientos.

El reclamo de los de Arriba de tener la piel mas clara se vinculaba a la atribución de ser los originarios de la población. Desde ahí justificaban la situación creada de ocupar las posiciones en el aparato administrativo, ser acreedores de méritos para llevar una vida más desahogada y supuestamente tornarse en depositarios de una sustancia al que les confería mayor calidad.

Mientras el nivel asociativo era muy débil en Pueblo Abajo, antes de Pueblo Arriba se preocuparon siempre de activo el Club Jaragua, de la «primera sociedad», a lo cual se distinguieron activistas que le daban como se indica respecto a Pablo Medrano.

Al igual que en otras poblaciones, el club garantizaba, a través de sus exigencias, la continuidad de las normas de decencia imprescindibles para el desenvolvimiento de la comunidad. Los de Arriba, además, formaron otras asociaciones, como la sucursal del Club de Leones y una logia de Oddfellows. El club de Abajo se consideraba siempre más frágil, menos dependientes de la tradición, con menor liderazgo y sujeto a la incidencia de los jóvenes.

Aunque los de Arriba de Duvergé se asimilan en mucho parámetros a la «Sociedad de Primera» y los de Abajo a los de «Segunda» en localidades con más sustancia clasista, de haber especificidades, entre las que destaca el deslinde espacial, la rigidez endogámica y el equilibrio numérico entre ambos conglomerados.

A partir de los componentes de esta división y de relatos obtenidos de los ancianos, pueden emitirse hipótesis acerca sus orígenes. Estas remiten al funcionamiento de la economía ganadera extensiva en el siglo XVIII, cuando fue funda la población, y el siglo siguiente. Al menos en su generalidad, en principio se puede avalar el reclamo de algunos de los entrevistados, en el sentido de que los de Arriba provenían de sector de propietarios ganaderos de la época colonial, el cual generó mecanismos gregarios de cohesión que le permitieron mantener planos de superioridad social.

Algunos de los entrevistados sitúan el inicio de la tradición familiar en algún español del siglo XVIII. Desde luego, tales genealogías adolecen de parcialidades e inexactitudes, pero no dejan de reflejar subjetividades alrededor de fenómenos sociales. Históricamente, por ejemplo, está establecido que los canario incidieron en la expansión de la ganadería en el conjunto del valle de Neiba, al igual que en otros lugares del país.

Tal comportamiento se correspondía con la perpetuación de no pocos componentes de la economía colonial que requería de la reproducción de un conjunto de mecanismos reguladores que ratificasen su posición preeminente en las relaciones sociales. Se deriva, de paso, el problema de que debajo de los múltiples planos de cambios operados en el siglo XIX seguían reproduciéndose marcos reguladores de las relaciones sociales que tenían orígenes previos. Y esto no puede atribuirse únicamente a la condición marginal y de frontera del municipio, sino sobre todo a una dialéctica profunda entre reproducción e innovación.


En función del tipo de dinámica de la sociedad, no se fijaban
compartimientos estancos, absolutamente incomunicados. Al igual que los hateros bajo la colonia podían establecer relaciones maritales con esclavas o libertas, con más razón se reproducían eventuales conexiones entre Pueblo Arriba y Pueblo Abajo, aunque teñidas de elementos problemáticos.

Esta capacidad de aperturas se correspondía con lineamientos de larga duración en las relaciones sociales. La principal derivación de ello puede estribar en la constatación de mecanismos de transmisión socio-cultural entre etapas históricas. Los de Arriba habrían heredado patrones de la colonia y los recrearon de acuerdo a las condiciones emergentes. De tal manera, sobre un trasfondo tradicionalista se estructuró un mecanismo de reproducción del control social en una etapa histórica caracterizada por la apertura de la modernización. Al igual que sus contrapartes coloniales, los de Arriba se sustentaron en la ganadería extensiva y, subsiguientemente, en el control de la tierra. Asimismo, reprodujeron la edificación del poder social local sobre lineamientos de apellidos, color de la piel y atributos culturales de pretensión moral y aristocrática.